En muchas ocasiones me preguntan por qué descompuse la
realidad. Después de mucho meditarlo he llegado a una conclusión: la gente que
me rodea es psicópata.
No, no me he vuelto loco. Hay gente que me pregunta constantemente
el porqué de mis obras y luego existen grandes genios como Juan Gris, Ambroise
Vollard, Braque, María Blanchard que han sabido contemplar mi obra desde sus
inicios. No tengo en cuenta a aquellos que, una vez que obtuve mi fama se
postraban ante mi. Los que de verdad estimo en estos días es aquellos que me
apoyaron desde un principio.
Apollinaire dijo en una ocasión que desandé el camino que
llevaba, pero aun así me convertí en un grande. A estas alturas de mi vida ya
puedo reconocer los errores y aciertos que he cometido, y la pintura que he
realizado se que me llevaba a algo bueno. En muchas ocasiones Apollinaire
y muchos otros críticos podrían haber pensado que me iba de las
ramas, fluía entre diversas vanguardias y estilos, pero esto no fue por
equivocación. Si anduve o desanduve esa no sería decisión suya. En cada
una de mis obras buscaba algo más.
Cada vez que finalizaba una obra y se exponía en algún
museo me gustaba ver las reacciones del público. Cada cual más diversa, me
permitía observar la perspectiva con la que cada uno veía las cosas. Eso es lo
que buscaba yo al pintar un cuadro, es decir, no quería presentar una silueta
perfectamente copiada de la realidad. Porque señores míos... ¿Alguien sabe qué
es la realidad en sí? Hasta los filósofos como Platón, Aristóteles, Kant... No
sabían a ciencia exacta de lo que hablaban. No estoy diciendo que yo lo
supiese, claro que no, ¿quién soy yo para decidir una cosa tan grande como esa?
Muy lejos de poder afirmar mi creencia sobre la realidad,
porque no es otra cosa si no una creencia propia, intenté plasmarla en mis
pinturas. Para que podáis entender lo que pasaba por mi mente al realizar estas
obras voy a explicaros una cosa: Cuando juzgan a una persona por ser como es,
por realizar un acto poco ético o mal visto... ¿En qué posición estáis
vosotros? ¿En el que juzga o en el que apoya a la persona juzgada? Pues bien,
yo siempre he estado con los que son juzgados... No es cuestión de
ponerme medallas ni mucho menos, es simplemente como soy. Yo creo en las
personas, no en los actos. Creo que una persona puede equivocarse, tener muchas
facetas de sí misma hasta encontrarse y ser firme a una postura. Aunque explicado parezca sencillo, hay mucha gente que esto no lo ve así y también lo acepto, pero no entenderán a mi manera las obras que realizo.
Se trata de una tarea muy sencilla la de entenderme, pero los valores que encuentro en el interior de las personas en muchas ocasiones no son lo suficientemente fuertes como para comprender mi postura.
Conversaciones con mis más allegados me han llevado muchas veces a este tema y se jactan de mí. Es comprensible porque mi faceta de galán y seductor ha podido con la imagen que los demás tienen de Pablo Picasso como persona. Si me he enamorado de numerosas mujeres ha sido precisamente por esta razón, cada una de ellas tenían defectos, defectos de los que me pude enamorar porque supe comprender que había detrás de ellos. De estos pensamientos surgió la corriente artística cubista, la representación de la realidad desde distintos puntos de vista tuvo inspiración en lo que veía de las personas. Las diferentes perspectivas de las personas, atribuidas en ocasiones a mi locura, venían de algo mucho más intrínseco, real y a veces difícil de entender.
Se que un verdadero artista no debería desvelar las claves de su obra pero creo que este escrito es muy relevante tanto para comprenderme a mí, a mis obras y a la diversidad de personas. Una corriente poco conocida por su faceta solidaria de la realidad que tiene que ser desvelada en los últimos días de su creador.
Aquí me hallo, en Nôtre-Dame-de-Vie con
mi querida Jacqueline, a esperas de la muerte, la cual está cercana después de
una larga vida de emoción, vitalidad y cubismo.
Este es mi misterio, el misterio de mi alma.
Mi único testamento.
Pablo Picasso
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