martes, 15 de abril de 2014

Carta a los malentendidos

En muchas ocasiones me preguntan por qué descompuse la realidad. Después de mucho meditarlo he llegado a una conclusión: la gente que me rodea es psicópata.

No, no me he vuelto loco. Hay gente que me pregunta constantemente el porqué de mis obras y luego existen grandes genios como Juan Gris, Ambroise Vollard, Braque, María Blanchard que han sabido contemplar mi obra desde sus inicios. No tengo en cuenta a aquellos que, una vez que obtuve mi fama se postraban ante mi. Los que de verdad estimo en estos días es aquellos que me apoyaron desde un principio. 

Apollinaire dijo en una ocasión que desandé el camino que llevaba, pero aun así me convertí en un grande. A estas alturas de mi vida ya puedo reconocer los errores y aciertos que he cometido, y la pintura que he realizado se que me llevaba a algo bueno. En muchas ocasiones Apollinaire y muchos otros críticos podrían haber pensado que me iba de las ramas, fluía entre diversas vanguardias y estilos, pero esto no fue por equivocación. Si anduve o desanduve esa no sería decisión suya. En cada una de mis obras buscaba algo más.

Cada vez que finalizaba una obra y se exponía en algún museo me gustaba ver las reacciones del público. Cada cual más diversa, me permitía observar la perspectiva con la que cada uno veía las cosas. Eso es lo que buscaba yo al pintar un cuadro, es decir, no quería presentar una silueta perfectamente copiada de la realidad. Porque señores míos... ¿Alguien sabe qué es la realidad en sí? Hasta los filósofos como Platón, Aristóteles, Kant... No sabían a ciencia exacta de lo que hablaban. No estoy diciendo que yo lo supiese, claro que no, ¿quién soy yo para decidir una cosa tan grande como esa?

Muy lejos de poder afirmar mi creencia sobre la realidad, porque no es otra cosa si no una creencia propia, intenté plasmarla en mis pinturas. Para que podáis entender lo que pasaba por mi mente al realizar estas obras voy a explicaros una cosa: Cuando juzgan a una persona por ser como es, por realizar un acto poco ético o mal visto... ¿En qué posición estáis vosotros? ¿En el que juzga o en el que apoya a la persona juzgada? Pues bien, yo siempre he estado con los que son juzgados... No es  cuestión de ponerme medallas ni mucho menos, es simplemente como soy. Yo creo en las personas, no en los actos. Creo que una persona puede equivocarse, tener muchas facetas de sí misma hasta encontrarse y ser firme a una postura. Aunque explicado parezca sencillo, hay mucha gente que esto no lo ve así y también lo acepto, pero no entenderán a mi manera las obras que realizo.

Se trata de una tarea muy sencilla la de entenderme, pero los valores que encuentro en el interior de las personas en muchas ocasiones no son lo suficientemente fuertes como para comprender mi postura.

Conversaciones con mis más allegados me han llevado muchas veces a este tema y se jactan de mí. Es comprensible porque mi faceta de galán y seductor ha podido con la imagen que los demás tienen de Pablo Picasso como persona. Si me he enamorado de numerosas mujeres ha sido precisamente por esta razón, cada una de ellas tenían defectos, defectos de los que me pude enamorar porque supe comprender que había detrás de ellos. De estos pensamientos surgió la corriente artística cubista, la representación de la realidad desde distintos puntos de vista tuvo inspiración en lo que veía de las personas. Las diferentes perspectivas de las personas, atribuidas en ocasiones a mi locura, venían de algo mucho más intrínseco, real y a veces difícil de entender.

Se que un verdadero artista no debería desvelar las claves de su obra pero creo que este escrito es muy relevante tanto para comprenderme a mí, a mis obras y a la diversidad de personas. Una corriente poco conocida por su faceta solidaria de la realidad que tiene que ser desvelada en los últimos días de su creador.

Aquí me hallo, en Nôtre-Dame-de-Vie con mi querida Jacqueline, a esperas de la muerte, la cual está cercana después de una larga vida de emoción, vitalidad y cubismo.

Este es mi misterio, el misterio de mi alma. 
Mi único testamento.

Pablo Picasso


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